El perjurio femenino consentido
Todos los jueces saben por experiencia que los acusados se contradicen cuando intentan ocultar hechos. En realidad, este es un mecanismo que utilizamos todos en nuestra vida cotidiana porque a veces descubrimos personas que mienten y sabemos por tautología que cuando alguien miente es porque tiene algo que ocultar.
La mentira tiene la fea costumbre de trastocar los esquemas mentales del mentiroso de forma evidente para el observador. Mentir es una habilidad intelectual agotadora para el que miente porque debe recordar cada una de sus afirmaciones o negaciones para no contradecirse. Así, cuando alguien miente para ocultar algo puede confirmar su mentira cuando no tiene en cuenta u olvida aquello que quiso ocultar. Más tarde puede volver a mentir ante otra cuestión relacionada y luego otra vez, hasta que ya no pueda engañar a nadie, se dé por vencido y claudique. Siempre resultará más noble pasar por cabezón o por despistado que por embustero, porque es de Perogrullo que los mentirosos habituales son especialmente abyectos y quienes los encubren no se quedan atrás.
Pero el mentiroso compulsivo o patológico no claudica, sigue mintiendo y la bola llega a ser tan grande que, aunque no crea necesariamente en sus propias mentiras y esté claramente en evidencia, sigue convencido de que engaña a los demás con su realidad dinámica y patológica. Este comportamiento está perfectamente diagnosticado y catalogado por la Psiquiatría.
Por otra parte, mentir es un derecho legítimo del imputado que de modo alguno tiene la acusación. Es tan importante este derecho unilateral y opcional que disfruta el acusado, que cuando se lo apropia la acusación comete un delito perfectamente definido en el Código Penal. Esa es precisamente la protección jurídica del procesado cuando la acusación miente en su perjuicio, de modo que de este esquema legal claramente protegido por la Constitución se derivan las siguientes premisas mayores verdaderas y universales:
No todos los acusados mienten.
No todos los acusadores dicen la verdad.
Así, la lógica formal dicta que de cada una de las permanentes versiones contradictorias de un testigo de cargo que miente, sólo se puede tomar como cierta aquella que coincide con la versión única del acusado. Y viceversa. Por este razonamiento, que además he probado de forma práctica, resulta aberrante que en una sentencia judicial se infieran claramente las siguientes premisas mayores únicas que ni siquiera pueden justificar las consignas institucionales:
Todos los acusados mienten.
Todas las denunciantes dicen la verdad.
Como en el silogismo lógico S siempre es P, de toda proposición falsa no se puede obtener una conclusión cierta. Lo advertí en su día.
Cuando un juez serpentea entre las contradicciones permanentes de un testigo de cargo prescindiendo de la holística con desprecio a la verdad, haciendo a la vez arbitrariamente suya la versión que menos perjudica a la acusación y señala un delito ficticio al imputado para imponer una condena injustificada es claro que es consciente de cometer una injusticia, porque cuando un testigo de cargo miente debe ser tachado en todas y cada una de sus contradicciones en favor de la versión única coincidente del acusado según el espíritu de nuestras leyes. Y no al revés.
Como lo anterior se puede expresar en muchos lenguajes, si una pseudóloga fantástica dice A, luego B, y el falso acusado dice que es A, el hecho cierto y la verdad procesal es A por más que B favorezca a la perjura y perjudique al imputado. No sé si me explico con claridad, porque hasta ahora he debido utilizar un lenguaje muy complejo y, al parecer, no se me ha entendido bien. O tal vez no me han escuchado por el pretendido poder omnímodo de la libre valoración de las pruebas que también está acotado por las leyes como todo en la vida, porque todo juez que consienta el perjurio es penalmente responsable de encubrimiento.
Si un reo ha sido condenado con falacias que el juzgador conoce apelando al silogismo lógico falso, la Justicia debe responder con rotundidad para defender el Estado de derecho formal según nuestro ordenamiento jurídico y caiga quien caiga.
Me sobran los tecnicismos porque son obvios para todos los juristas. Nadie puede negar a estas alturas que soy tan pacífico como didáctico. Me entienden perfectamente todas las personas normales y llanas para quienes escribo.
Otro día hablaremos sobre los juicios silogísticos contrarios plasmados en algunas sentencias y autos que parecen redactados por campesinos sin estudios, con todo mi respeto para los iletrados.
El autor del blog: Not Comment. A buen entendecor pocas palabras bastan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario